miércoles, 9 de julio de 2008

Romance del país que no conocí




No conocí el paisito
de donde tú llegabas:
lo busqué en cada mapa
pero no figuraba.
Por eso, al ver tus ojos
yo me lo imaginaba
como un río celeste
oleando en sus mañanas.
(¿Fue el río el que te puso
de agua la mirada
y esa manera dulce
de apoyarla en la nada?)
No conocí el paisito
de donde tu llegabas:
por eso, al oír tu risa
yo me lo dibujaba
con una torre alta,
henchida de campanas.
(¿Fue allí donde aprendiste
la alzar la carcajada
y ese modo de darla
sonora, larga, clara?)
No conocí ese paisito
de donde tu llegabas:
Toqué tu piel y dije:
-Viene de donde se ama.
Por eso fui tu amiga:
de puro equivocada,
que hoy se que no había río,
ni torre, ni campanas...
Fuiste un sueño apenitas
y era yo quien soñaba.
Tan sólo había tu pecho
con la puerta cerrada,
sin rincón de caricias,
sin paloma anidada,
sin lugar para un beso,
sin luces ni guitarras.
Por eso no podías
sentir que me hacías falta
ni beber de a poquito
el color de mi lágrima.
Por eso no podías
atarte a mis palabras,
la mitad, entre risas
y la otra, lloradas.
En vano tantos versos
de siesta amanzanada.
En vano tantos versos:
mi silencio extrañabas.
Por eso, sin siquiera
decirme qué pasaba
en un día cualquiera
me dejaste olvidada.
Qué triste es despedirte,
pasajero de mi alma...
Tu recuerdo me sigue
como un pájaro en llamas.
No podías quererme.
Hoy lo entiendo y me daña
pero sé que es la vida
la que anuda o separa.
No conocí el paisito
del que te despegabas
ni tampoco tu el mío,
coloreado de infancia.
¿A quién culpar entonces
de estas cosas que pasan?
Me llevo mi solcito:
le sobra a esta nevada.
Mi última muñeca
mira y no entiende nada.
Mi última inocencia
es lágrima en la almohada.
Yo apago los reproches
como apago mi lámpara
mientras una certeza
se enciende en madrugada:
No pudiste quererme.
Eso es todo. Que lástima.

De "No somos irrompibles (cuentos de chicos enamorados)"

Rayuela

"Por ese entonces yo juntaba alambres y cajones vacíos en las calles de la madrugada y fabricaba móviles, perfiles que giraban sobre las chimeneas, máquinas inútiles que la Maga me ayudaba a pintar. No estábamos enamorados, hacíamos el amor con un virtuosismo desapegado y crítico, pero después caíamos en silencios terribles y la espuma de los vasos de cerveza se iba poniendo como estopa, se entibiaba y contraía mientras nos mirábamos y sentíamos que eso era el tiempo. La Maga acababa por levantarse y daba inútiles vueltas por la pieza. Más de una vez la vi admirar su cuerpo en el espejo, tomarse los senos con las manos como las estatuillas sirias y pasarse los ojos por la piel en una lenta caricia. Nunca pude resistir el deseo de llamarla a mi lado, sentirla caer poco a poco sobre mí, desdoblarse otra vez después de haber estado por un momento tan sola y tan enamorada frente a la eternidad de su cuerpo."

Fragmento de Capítulo 2 - Rayuela